martes, 20 de junio de 2017

Otras confesiones de un corazón desequilibrado.

Hay un suspiro de desasosiego
encerrado en mi garganta,
enclaustrado, encarcelado,
finalmente enfurecido.

El remedio de mis males
por muchos que sean,
se encuentra en la nana de mi madre,
en el sonido de choque
cuando mis manos se posan,
como dos buitres viejos y cansados,
sobre los huesos de tus caderas.

Ser abrigo, ser abrazo, ser ambos,
tiene un fin,
no perderme
o al menos, no darme todo por perdido,
que lo poco de mi salvado
te salve a ti del frío.

No quiero escribir versos
que no me aten directamente
a algún corazón que pueda latir
todas las veces que el mío
de por ganada la vida.

Yo nací de la mezcla que hacen la sal y la herida,
herido de por vida
y por culpa de la vida
herido de amor
y curado por el mismo.

O me trago la sangre
o la escupo,
pero en mi boca
sólo existe hueco para pronunciar
tu nombre.