sábado, 17 de febrero de 2018

Desde los temblores

Cuando bajes, temperatura,
y se congelen hasta los grajos,
abriré mi espalda
te diré que no tengas miedo.

Te preguntaría qué cojones haces en la montaña 
si en mi pies siempre hay sitio para temblar.

Iríamos al paseo de la vergüenza
que inauguré a los dieciséis
volvería a verme imberbe y desdibujado,
volvería a vomitar en cada esquina
y al callejón oscuro donde me comieron la polla,
volvería a morirme de risa en las puertas de los bares.

También te sentaría como testigo
y me sacaría las muelas una por una.
Me someterían a un juicio popular
donde declararme culpable
de no haberte dado la mano antes.

Cortaría mi mano congelada
para derretirla a la luz del sol.

Quiero que veas el mundo,
que comas barro y cielo,
que cambies de color
que te esnifes las cenizas
de un volcán que nunca se corrió.

Cuando baje la temperatura
huirán todos los ríos asustados
a un mar sin nombre,
fin del cuento para mi,
fin del cuerpo para ti.

Pero volverás con mi rabo entre tus piernas
y los pulmones llenos de escarcha roja.
Porque para entonces el frío seré yo,
viviré en tu aliento para siempre
y en mis pies solo quedará sitio para temblar.





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