calentando algo más que dos tazas de agua,
nunca llegaba a hervir porque nos podían las ganas
y aun así nos quemábamos la lengua
y los labios.
Eso de reposar cuatro minutos
nos mataba y desesperaba
nos mataba y desesperaba
a partes iguales.
Lo hacía especial,
hacíamos de ello algo nuestro,
sin importar el sabor
o lo dulce que lo queríamos.
Bebíamos té como si no hubiera mañana,
cada uno con su vaso
pero sintiendo el mismo beso en cada trago
y entre tragos y besos,
nos mirábamos.
Por no dejar nada de ti, no dejaba posos,
eran míos en esos momentos.
Y a ti, a ti te encantaba dejarlo todo limpio.
Aunque a veces se quedara frío.
Aunque a veces bebiéramos rápido
para nosotros siempre era muy lento.
Pero como todo,
el té también se acaba
y ahora que lo pienso,
se me daba fatal hacer té,
pero joder,
qué bien se me daba follarte.
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