jueves, 14 de enero de 2016

El cadáver.

No todas las raíces beben agua,
las nuestras están hechas
para atravesar botellas de whisky y ron,
no encuentran límites
o no los quieren ver,
buscan a ciegas la risa perfecta
y descansan en arbustos de media noche.

Nuestras raíces reclaman atención
a piscinas llenas de gente vacía
que nunca dio un duro por nosotros.

El paso del tiempo siente miedo al ver,
como dos personas
hacen honor al credo de un asesino
y es que no se me ocurre nadie mejor
para hacer un salto de fe,
sin mirar tan siquiera al suelo por donde pisamos.

Dicen que si una amistad
dura tanto como la nuestra
es para siempre,
también dicen que nos han visto en los peores momentos de la vida
y que nosotros mismos hacemos de ellos los mejores.

Que digan lo que quieran,
ellos están muertos
y nosotros borrachos para variar.

Hay un capo de la mafia que espera que enterremos un cadáver
a la altura de la espuma de nuestras cervezas.

Coge una pala, que esta noche es larga,
tengo la clave para filosofar sobre arte moderno,
hacernos con todos,
elegir los hermanos de nuestra vida
y enterrar el cadáver que un día prometimos heredar.

Tenían razón,
todo estaba permitido
a pesar de que no existía la verdad.




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