Tengo la vida escrita a gritos
desde la otra punta de mis pensamientos
que viajan de boca en boca
y acaban en el punto de salida.
Si me muevo es por peligro de extinción
y si me quedo quieto
es porque ya me sé muerto.
De todas las vidas
que guardo entre mis manos
me quedo con una,
la mía junto a ti.
Pero la MÍA.
Un cuarto de mi cuerpo
lo ha ido cubriendo la tinta,
la parte restante
son arañazos que me hice
cuando el instinto decía "basta"
y yo gemía "más".
Joder, que he visto romperse a la luna
al mismo tiempo
que perdía la fe
en un mañana mejor.
Y es que me vuelvo parásito
de esta sensación de desconsuelo constante
y le espero impaciente y sumiso
cada vez que llaman a la puerta.
Me acepto así, mal y pronto,
creyendo que lo malo pasa lento
y lo bueno nunca llega,
por eso siempre estoy alerta.
He cerrado mis costillas
a base de golpes bajos
que he ido encajando entre mis poemas
para no volver a perder el corazón.
Ahora sobrevivo ayudando a los demás
dentro de lo que sé,
porque si no les salvo a ellos
siento que me muero por dentro
y estoy dolorosamente orgulloso
de poder contarlo.