esperando a
la nada.
Vive en un
tarro de cristal,
sin dinero
ni mano
que se haga
pasar por un antiguo dios.
Duerme entre
las cuatro estaciones
deseando
despertar
con un beso
en la mejilla.
Rompe sus
antenas,
una con
miedo
y la otra
sin valor.
No vuela
porque arrancó sus cuatro alas,
además,
él vuela en
mí.
No muda su
piel
si no se la
he besado antes.
Y ahora dice
que siempre es de noche.
El bicho
viaja en su tarro
decorado con
cristal tintado
con el humo
de un cigarro
para que el
miedo no le encuentre.
Él come y me
come por dentro,
se va de
excursión desde mi ropa
hasta mis
entrañas.
Él acumula
su veneno
porque nunca
supo picar bien
y aún tiene
la coraza rota
porque nunca
supo olvidar bien.
Soy adicto a
su roce
y alérgico a
su zumbido,
porque él
vuela en mí.
Él vuela en
mí y aspira
a mudarse a
mi hombro,
pero tiene
miedo a decirlo.
Empaña su
tarro de cristal
con la
esperanza de un mañana mejor,
lo que no
sabe, es que él,
es mejor que
cualquier mañana.
Vivo atado a
un cristal de aire
Que nunca
sopla, que nunca pide
permiso,
paciente y
mortífero,
callado y
sencillo.
Cristal con
vida que lleva mi corazón,
Tú, que vuelas
en mí
que eres
maldito y afortunado,
tú que
vuelas
insecto sin
sentido,
vuelas siempre,
como un helicóptero
sin aspas
como un
avión sin piloto
como un
tábano descerebrado,
vuelas
siempre,
vuelas en
mí.
Yo, bichejo,
solo sé volar contigo.