sábado, 10 de febrero de 2018

El árbol, el brujo y el armario.

Este eres tú,
lleno de gracia y de deudas
contigo mismo.

Una porción de muerte
descansando en un camastro de vida,
una guerra constante
en un televisor antiguo.
Una carta de ajuste en cada ojo
y un dedo meñique esperando
a una señal que nunca llega.

Este eres tú,
un árbol tatuado con las iniciales
de las parejas
que nunca se casaron a su sombra.

Un árbol que se tropieza con su propia raíz.

Una pequeña cáscara de huevo
masticada como si no fuera verdad.
Una broca girando en la rodilla,
una puerta en la boca
que se tragó su propia llave
y ahora no se cierra.

Este eres tú,
una mirada furtiva y desfasada
en una sala llena de nadie.
El crujido sin motivo
en un lugar perdido de tu imaginación
a las tres y treinta y tres de la mañana.

Un despertar desesperado de la siesta
que no sabe si comer,
desayunar
o masturbarse hasta volver 
a navegar con Caronte.

Este eres tú,
la cara pintada de calma
mientras los nervios te muerden los pies,
pero te duele más el amor
a las causas perdidas.

Este,
este eres tú,
lleno de luz y penumbra,
de honor y deshonor
en un camastro de musgo y nieve.


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