"El mismo vaso
sobre la mesilla de noche.
Un rumor de piel en la sala de cine".
Guille Galván
Marta apaga el despertador
y asesta un golpe definitivo a Oniria,
hoy prefiere coleta para que cuando se vean,
al viento no le den ganas de despeinar,
sale a su casa, entra en la vida.
Se ha vestido de triunfo
y disfraza cada duda,
se borra la inseguridad de la boca
con un pintalabios oscuro,
afila la mirada
y practica la sonrisa
sin enseñar los dientes, claro,
hoy no le apetece enamorar a nadie.
Marta se reparte el peso
de otros años en cada uña de color rojo vino,
ella lo sabe
no olvida pero calla.
Marta está cambiando de órbita
y cuando sale a la calle, todos giran
al reflejo de sus piercings.
Camina seria hasta el metro
pero en su interior las carcajadas
suenan a cataratas imparables,
a agua rota contra las piedras
y recuerda a quienes se dejaron
caer por ellas.
Marta está enamorada de su héroe favorito,
amor al arte,
hoy es devota de una canción que le recuerda a ayer,
mañana será infiel a la melodía
matando a esta de mal de amores.
Marta sabe que algo no va bien
pero no tiene tiempo de arreglarlo,
todo el día decidiendo por dónde
pero sin llegar a hacerlo.
Marta habla encriptado,
siente fotografía,
brilla flash,
se acerca zoom
y sentencia disparando.
Es ciervo de cristal
en un mundo de cazadores ciegos.
Ella ve.
Marta se suelta el pelo
y la sonrisa.
Desarma a las bestias.