miércoles, 29 de julio de 2015

Bienvenido, intruso.

"Has invadido los huecos internos"
(Zahara)

Tengo una sensación en el cuerpo
y lleva la firma de tu saliva,
un abrazo constante que tira hacia tus ojos,
hacia tu boca,
hacia tus palabras.

Qué cruel hacerme sentir así,
de la noche -nuestra noche,
a la mañana,
no me has dado los cinco minutos de cortesía para marcarme,
tampoco los quiero he de decir.

No sé con qué has firmado,
y espero que se borre (mentira),
a pesar de que la saliva es indeleble en mi cabeza
y tus abrazos son como la primavera,
que se acaban,
pero vuelven.

A pocos minutos del final de mi película llegas,
vaya sinvergüenza,
te sientas en primera fila y me observas decir lo bien
que quedas en mi cama mientras sonríes.

No es justo, 
que me dispongo a cerrar el telón y tú quieres prenderle fuego.

Qué bien nos sienta pensarnos
y que poco debería de gustarme.

Qué pocos días nos quedan
y qué dudas me creas de marcharme,
lo que yo diga,
vaya sinvergüenza.

Antes de que acabe la película aplaudes con pensamientos de
quiero que te quedes siempre,
deshaciéndome en dudas.

Siempre es mucho tiempo, te digo.
Si es contigo es poco tiempo, contestas.
Y me deshaces otra vez,
sinvergüenza.

Vuelves para abrirme los párpados a puñetazos y besos
y pienso que nunca quiero volver a cerrar los ojos,
por favor, arráncame los muros que levanté (y levantaron)
en cada centímetro de mi piel.

Especial y directo pueden ir de la mano
y tú lo has demostrado chocándote suicida contra mi boca,
arrastrándome hasta lo más profundo de la tuya.

¿Qué eres?

Eres todo lo que un día dejé de buscar 
en una película independiente.
Eres la música que un día dejé de escuchar
porque me recordaba demasiado a mi.
Eres el discurso de un errorista
que ha dejado de caer para levantarme.

Creo que ya no tengo duda,
eres un intruso,
eres arte.


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