miércoles, 30 de marzo de 2016

De la primavera y sus mierdas.

Esa rosa ya no florecerá en este jardín,
está congelada, es de cristal y recuerdos,
es de mirada alegre que llora,
ni Leonardo hubiera pintado algo tan perfecto,
llora por dentro y se marea del vértigo,
el vértigo que siente al saber
que nunca más la cuidaré
porque ha huido de mi.

Dejarse follar por la primavera
y morir de alergia en el intento.

Joder, que florezcas, que florezcas mucho
pero lejos de aquí,
que te derritas,
que el hielo se me ha clavado en el estómago,
que tengo frío al sol
y tus espinas no paran de recordarme
lo que duele verte y no tocarte.

Quiero tus semáforos en verde
y tus pétalos fuera de mi cabeza.

Se me ha ido de las manos,
soy gilipollas, lo sé
pero esta ciudad me recuerda a ti,
el azahar me amarga
y las naranjas tienen color a soledad,
ya no me gusta perderme en sus calles.

Hasta cubierta de hielo estás preciosa,
en toda tu gloria, en toda mi tristeza.

Me he vuelto a equivocar,
te regué demasiado,
alimenté con mi boca tus ganas
y la primavera no perdona a nadie.

Si algún día te descongelas
no me busques, no quiero cuentas,
no quiero verte,
no quiero pensar que sí,
que no,
que a veces,
que nunca,
que siempre tendrás un hueco
en el hueco
donde se supone 
que una vez tenía el corazón.

Aunque tú no lo quisiste.


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